Frente de Abánades: un paseo por la historia

Un equipo de arqueólogos e historiadores, financiado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Ministerio de Cultura noruego, ha realizado trabajos de investigación durante las últimas tres semanas en la posición denominada ‘El Castillo’, en el pueblo alcarreño de Abánades, invitados por el Ayuntamiento de dicho pueblo. Este equipo, embarcado en el proyecto ‘Arqueología de la Guerra Civil Española’, había trabajado previamente en las trincheras de la Ciudad Universitaria madrileña y en el destacamento penal de Bustarviejo (Sierra Norte de Madrid), encontrando sumamente interesante la oportunidad de investigar en este nuevo escenario, lo que les permite establecer una comparación entre las trincheras republicanas madrileñas y éstas de Abánades, pertenecientes al bando rebelde.

La posición de ‘El Castillo’, según los investigadores, resulta ideal para estudiar el emplazamiento de trincheras y fortificaciones. En este lugar, el frente permaneció estable durante buena parte de la guerra, motivo por el cual se pudo realizar un concienzudo trabajo de fortificación, lo que ha facilitado la permanencia de buena parte de los enclaves en un estado de conservación bastante óptimo. Los trabajos comenzaban el pasado 30 de agosto, encontrándose desde el principio notables diferencias con los escenarios investigados anteriormente. No sólo ha aparecido mucho más material (munición, latas de conserva…), sino que el estado de conservación de los restos es bastante mejor, lo que parece debido a la calidad del suelo, pero probablemente la abundancia se deba también a circunstancias históricas. En este sentido, Alfredo González, portavoz de los investigadores, apuntaba hacia la distinta situación imperante en éstas trincheras con respecto a las de Madrid. La capital del Estado español era una ciudad sitiada, con carencia de suministros, lo que hace pensar que en los frentes republicanos madrileños se practicaba activamente el reciclaje.

Más munición en Abánades

Otra diferencia notable con respecto a las trincheras republicanas de Madrid reside en la munición encontrada. Pese a que en Abánades se está extrayendo un mayor número de balas, éstas solamente pertenecen a dos tipos: la clásica bala de Máuser de fabricación nacional y la procedente de la ayuda alemana al bando rebelde (ésta incluso más abundante). Llama la atención tal uniformidad comparada con el trabajo anterior: en las trincheras republicanas de Madrid se encontraron hasta treinta tipos distintos, lo que nos habla de las mejores condiciones de suministro existentes en el bando nacional. Otro detalle que incide en este aspecto lo encontramos en el elevado número de balas sin usar halladas en Abánades (en Madrid la abrumadora mayoría de la munición descubierta había sido disparada), amén de que en las trincheras de la capital aparecieron gran número de balas enemigas incrustadas en el terreno, lo que nos indica que se trataba de una posición mucho más batida por el enemigo.

Acercándonos a este tipo de trabajos podemos contemplar in situ la historia de una población, en ocasiones mucho más allá del periodo que se pretendía investigar a priori. Un interesante descubrimiento de este equipo de investigadores ha sido el hallazgo, en el mismo lugar, de restos pertenecientes a otras épocas. Concretamente, bajo las trincheras, parapetos y refugios de la 75º División del ejército rebelde, han aparecido restos medievales de la época en que se funda el pueblo de Abánades (siglos XI-XII), y a su vez, debajo de éstos, otros restos pertenecientes a un asentamiento de la Segunda Edad del Hierro (ss. V-II A.C.), esto es, de época celtibérica. Como manifestaban sorprendidos los investigadores: “¡Toda la historia de Abánades en 20 metros cuadrados!”. Hay que destacar que en este trabajo han jugado un papel especial los arqueólogos, que, frente a la idea extendida que asocia su área de conocimiento a la investigación de antiguas civilizaciones, reivindican el papel de primera importancia que puede jugar la arqueología aplicada al pasado reciente, ya que “lo que existe físicamente es mucho más difícil de negar y de olvidar que lo que se encuentra sólo en nuestra memoria, aunque sea colectiva”.

Jornada de puertas abiertas

Otro aspecto especialmente destacable de esta investigación reside en que el equipo desplazado a Abánades ha trabajado con la premisa de no limitarse a los círculos científicos y poder ofrecer a la sociedad este pedacito de su historia reciente. Por este motivo, como en anteriores investigaciones, han celebrado una ‘Jornada de puertas abiertas’ el pasado 12 de septiembre, animando al pueblo a visitar los trabajos, exponiendo sus hallazgos y explicándolos, y programando también actividades para los más pequeños, que tuvieron la oportunidad de “ser arqueólogos” por un día (seguro que de esta actividad ha nacido alguna bonita “vocación” que fructificará en los años venideros. Desde luego los chavales cavaban con auténtico frenesí).

También, para cerrar la jornada de forma vistosa, acudió a Abánades un grupo de la Asociación Madrileña de Recreación Histórica Frente de Madrid 1936-1939 que, vestidos y pertrechados como los soldados que habitaron la posición setenta años atrás, escenificaron para los presentes cómo podría haber sido un día en las trincheras de nuestra contienda civil. Podemos atestiguar que esta jornada de puertas abiertas ha sido un éxito de crítica y público, y lo que es mejor: ha propiciado un rico debate en el pueblo, favoreciendo que los más mayores ofrecieran su testimonio de aquella época, que los no tan mayores dieran el suyo sobre la posguerra y la búsqueda de restos para su venta como chatarra (fuente de ingresos de primer orden en las zonas devastadas por la guerra… Y también fuente de un sinnúmero de graves accidentes), y que los más jóvenes preguntasen una y otra vez sobre la historia de su pueblo, de repente convertida en una apasionante novela basada en hechos reales. Para todo esto sirve la historia, hay que ver…

 
Futuras iniciativas

Y no podemos terminar sin reseñar el origen de esta iniciativa de recuperación de la memoria. Se ha constituido en el pueblo un grupo de vecinos interesados en la historia de la comarca que, bajo el nombre de ‘Espacios de la Batalla de Guadalajara. El Castillo-Abánades’ y con apoyo de su Ayuntamiento, está comenzando a idear proyectos de recuperación de la memoria, como el que nos ocupa, y llevarlos a la práctica. La invitación al equipo de investigadores y los trabajos resultantes han sido sólo la primera fase. Para las siguientes, que deberían abrirse al resto de la comarca, tienen muy en cuenta la labor realizada en Tarragona con los espacios de la Batalla del Ebro, y ése parece su objetivo: que en un futuro puedan visitarse los “espacios de la Batalla de Guadalajara”. Un objetivo ambicioso y, por ello, de conseguirse, algo realmente meritorio. En el folleto que acaban de editar podemos leer: “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Ése es el objetivo de la recuperación de la memoria histórica: recodar para aprender.

Un día en las trincheras-. Un grupo de la Asociación Madrileña de Recreación Histórica Frente de Madrid 1936-1939 recreó lo que podría haber sido un día en las trincheras en la Guerra Civil. Ese fue uno de los principales reclamos en una actividad en la que también hubo una ‘Jornada de puertas abiertas’ y que tuvo una gran acogida por buena parte del pueblo de Abánades, cuyo Ayuntamiento estudia ya otros proyectos de recuperación de la memoria.

Texto: Roberto Blanco Tomás (ALACALLE). Foto: J Ferbric.
Publicado en Guadalajara 2000 el 24 de septiembre de 2010.

Bustarviejo: memoria de la represión

Desde 2008, un grupo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid estudian lo ocurrido en el Franquismo. El último de sus trabajos les ha llevado hasta este destacamento penal.

Hoy continúa la polémica a la hora de describir lo acontecido entre 1936 y 1975. El muro de silencio levantado ante las profundas heridas infligidas a nuestra sociedad por un golpe militar que, al fracasar, desencadenó una guerra civil saldada con la victoria del bando rebelde. No obstante, en la actualidad, las iniciativas de víctimas y familiares y el trabajo de los investigadores sacan a la luz testimonios, historias, restos y documentos hasta ahora ocultos o en el olvido. Así, contribuyen a disponer de más elementos para interpretar lo ocurrido en esos casi 40 años.

Es en este marco donde se sitúa el trabajo realizado por un grupo de jóvenes arqueólogos e historiadores de la Universidad Complutense de Madrid en lo que fue el destacamento penal de Bustarviejo, situado en la Sierra Norte de Madrid. Éste fue uno de los nueve destacamentos instalados en el tramo comprendido entre Chamartín y Garganta de los Montes para construir el ferrocarril “directo” de Madrid a Burgos. El destacamento de Bustarviejo, situado a kilómetro y medio del pueblo, estaba preparado para 250 prisioneros, alojando de media anual entre los años 1944 y 1952 a un centenar de presos, empleados en la construcción de un viaducto, dos túneles y una estación de tren ubicada en las afueras del pueblo, a cargo de la empresa contratista Hermanos Nicolás Gómez, que se benefició de la política de “redención de penas por el trabajo”.


 Los restos existentes se pueden englobar en tres grupos: relacionados con la represión y la vigilancia (complejo de barracones, patio y cuerpo de guardia: viviendas de los guardianes, garitas de vigilancia…); relacionados con el trabajo; y de habitación de los familiares de los presos (que vivían en el destacamento, con comunicación limitada con los internos). Del estudio arqueológico de los restos, cotejado con testimonios orales de familiares de presos y lugareños, se puede inferir que las condiciones de vida allí eran bastante duras: trabajo agotador y peligroso, dieta escasa, adoctrinamiento religioso y político de los presos, miseria y aislamiento de los familiares…

Reflejo de una ideología

Nada chocante, dado el concepto que tenía el Estado de los allí confinados: integrantes de la anti-España que estaban purgando sus pecados. Estos destacamentos suponían para los presos la “última estación” antes de la libertad, donde reducían su condena a través del trabajo y desde donde accederían al tercer grado. Esto, sumado a la presencia en el destacamento de sus familias, resultaba una razón de peso para olvidar cualquier tentativa de evasión. Pese a ello, están documentadas varias fugas, alguna de ellas exitosa.

Al recorrer los restos junto a los investigadores sorprende el aceptable estado de conservación, pese a estar ubicados en plena dehesa municipal, lo que ha influido en que parte de sus instalaciones –los barracones– hayan seguido utilizándose para guardar ganado. Los barracones son, pues, el espacio mejor conservado, complejo que englobaba también el cuerpo de guardia, separado de los barracones de los presos por el patio central. A simple vista, se observa la diferencia de construcción entre una zona y otra: el cuerpo de guardia tiene el dintel de la puerta alineado con los de las ventanas, permitiendo una visibilidad óptima, mientras que en los barracones es el alféizar de las ventanas el que se alinea con el dintel de la puerta, pues se pretende aislar a los prisioneros. También la disposición de las distintas garitas de vigilancia: están construidas para repeler una amenaza externa, probablemente debido a la actividad del maquis en la zona.

Condiciones de esclavitud

En este destacamento también se pueden comparar las viviendas de los guardianes con las de las familias de los presos, las primeras estaban mucho mejor construidas y la construcción de las segundas (con sala única de 2x2 metros) parecía responder a un plan (mismo diseño para todas y presencia de cemento en su construcción). El destacamento penal de Bustarviejo estaba enclavado en un bello paisaje, pero sólo si se contempla en libertad; si no estás obligado a vivir allí con lo mínimo y soportar un sol de justicia en verano y un frío extremo en invierno, trabajando hasta la extenuación sin las más básicas condiciones de seguridad.

Los investigadores que han realizado este proyecto no ocultan la intención política de su trabajo, no sólo porque toda investigación supone una toma de postura, sino porque además “el mero hecho de llamar la atención sobre la existencia de restos recientes de campos de concentración en nuestro país, junto a las ciudades y pueblos en los que vivimos, es ya en sí un hecho subversivo, que nos obliga a mirar no sólo el pasado, sino el espacio de nuestra vida cotidiana, de una forma diferente”. En esta investigación han jugado un papel especial los arqueólogos, que, frente a la idea extendida que asocia su área de conocimiento a la investigación de antiguas civilizaciones, reivindican el papel de primera importancia que puede jugar la arqueología aplicada al pasado reciente, ya que “lo que existe físicamente es mucho más difícil de negar y de olvidar que lo que se encuentra sólo en nuestra memoria, aunque sea colectiva”.

Un reto: su visibilización

Este proyecto contempla el trazado de rutas, la apertura de un centro de interpretación y la realización de visitas guiadas, pero siempre con la pretensión de causar el mínimo impacto en la zona. Su objetivo es no limitarse a los círculos científicos y poder ofrecer a la sociedad este pedacito de su historia reciente, pero también desde la consciencia de trabajar en un paisaje delicado y muy sensible al tránsito, por lo que la intención es huir de la masividad.

ALACALLE
Texto: Roberto Blanco Tomás. Foto: David Fernández.
Publicado en Diagonal el 29 de julio de 2010.

Emotivo homenaje a las Brigadas internacionales en el campo de batalla de Brunete

Durante la mañana del sábado 3 de julio ha tenido lugar la 4ª Marcha Memorial Brunete 2010, organizada por Amigos de las Brigadas Internacionales y por el International Brigades Memorial Trust, que ha reunido a cerca de un centenar de personas en una visita por algunos de los escenarios de una de las batallas más importantes de la Guerra Civil Española. La iniciativa, que pretende divulgar una página de nuestro pasado reciente a la par que rendir homenaje “a aquellos luchadores por la justicia y la libertad” –en palabras de los organizadores- que fueron los voluntarios internacionales y, en fin, todos los integrantes del Ejército Popular de la República, ha concluido de forma especialmente emotiva con la dispersión de las cenizas de Jack Shafran, voluntario estadounidense del Batallón Lincoln recientemente fallecido, en el Río Guadarrama, uno de los escenarios en que combatió hace ya más de setenta años, en cumplimiento de su última voluntad.


La batalla de Brunete (6-27 de julio de 1937) se inicia con una ofensiva del Ejército Popular de la República que tiene el objetivo de descongestionar el frente de Madrid, liberando a la capital del cerco parcial a que es sometida por el ejército rebelde, y distraer tropas rebeldes del frente del norte con la intención de evitar la caída de Santander. Para tal operación se utilizan en la zona de Brunete los Cuerpos de Ejército V (al mando de Modesto) y XVIII (al mando de Jurado, luego sustituido por Casado), que han de tomar Quijorna, Brunete y Villanueva de la Cañada para luego seguir el avance hacia Villaviciosa de Odón, Móstoles, Boadilla y Alcorcón. A este ataque se debía sumar el II Cuerpo de Ejército de la República, que, avanzando hacia el Oeste desde la zona de Usera-Orcasitas, debía encontrarse con los otros dos cuerpos de ejército, embolsando a las tropas nacionales situadas a las puertas de la capital.

Al amanecer del primer día, la 11º División (Líster) consigue tomar Brunete, pero la 34º (Galán) tarda 15 horas en tomar Villanueva de la Cañada, y la 46º (El Campesino) tarda tres días en hacer lo propio con Quijorna. Este retraso, sumado a la rápida llegada de refuerzos del ejército rebelde, motivó que la situación se estancase en torno al día 11. El día 14, el Estado Mayor Central republicano decide pasar a la defensiva, dando por terminada la ofensiva de Brunete.


El día 18, los rebeldes pasan por su parte a la ofensiva, con escaso éxito de momento. Es una constante en la estrategia de Franco “recoger el guante” siempre e intentar recuperar el terreno perdido y aplastar a las tropas que le han atacado, aunque no siempre resulte lo más conveniente. En este caso, el general Vigón le había recomendado lo contrario, para no “seguir el juego” a los republicanos embarcándose en un combate a priori de dudosos resultados (la República tenía allí concentradas sus unidades más potentes) y escasa rentabilidad práctica, pero no fue escuchado. Finalmente, el 24 lanza una contraofensiva de objetivos más limitados, recuperando Brunete y parte del territorio perdido. Varela quiso seguir adelante, aprovechando el movimiento, pero Franco decidió concluir la acción en este lugar para no entretener más a las tropas necesarias para continuar su ofensiva en el norte. Al término de la batalla, ambos bandos se consideraron victoriosos. Lo cierto es que la República consiguió en este encuentro conservar Quijorna, Villanueva de la Cañada y Villanueva del Pardillo, además de retrasar cinco semanas la ofensiva rebelde del norte.

El itinerario de la marcha del sábado transcurrió por los parajes en los que lucharon los miembros de la XIII y la XV Brigadas Internacionales, pertenecientes a la 15º División republicana (Gal). El punto de partida era la Venta de Romanillos, objetivo de las tropas republicanas que no llegó a ser tomado. La salida estaba planeada para las nueve y media de la mañana, aunque finalmente se retrasó un tanto debido a las inclemencias del tiempo. Afortunadamente, después abrió el día, gozando durante casi toda la mañana de un sol radiante. Las explicaciones corrieron a cargo de Severiano Montero (historiador, autor del libro “La batalla de Brunete”, de reciente publicación y muy recomendable lectura) y de Guillermo, miembro de GEFREMA y buen conocedor del escenario de la batalla (y con un ojo bien entrenado: nada más salir encontró una bala de Máuser y durante todo el recorrido estuvo localizando incontables cascotes de metralla).

Nos pusimos en marcha, siguiendo la dirección del contraataque rebelde, pudiendo contemplar a distancia la posición republicana de El Cortijo (del que sólo queda poco más que una pared, en la que todavía se distinguen huellas de disparos). Durante el camino, aprovechamos los puntos elevados para situar lugares de referencia de la batalla como el castillo de Villafranca, la loma del Mosquito, la Casa de los Barros, el Vértice Mesa (donde estaba atrincherada una compañía de ametralladoras mandada por una de las pocas mujeres que por esas fechas quedaban en el ejército republicano) o la Casa del Palancar. Como aportación muy interesante, destacar también las explicaciones de Antonio Regueiro, editor del libro de Montero y experto en botánica, que nos ilustró sobre cómo sería la vegetación de la zona en la época de la batalla y cómo influía el paisaje en ésta.



 Comenzamos a descender hacia el río Guadarrama, observando de camino algunas trincheras, hasta llegar alrededor de mediodía al “vado”, lugar emblemático para la XV Brigada Internacional. Allí hicimos un pequeño alto en el camino para, a continuación, acercarnos, más o menos un kilómetro, hasta el lugar donde los organizadores estiman que pueden estar enterrados algunos voluntarios internacionales (pues había allí un puesto de primeros auxilios). Después, desandamos nuestro camino hasta el “vado”, donde tuvo lugar el pequeño y sentido homenaje a los internacionales, con unas palabras de Severiano Montero, de Alan Warren (por la IBMT) y de la hija de Jack Shafran, a cuyas intervenciones siguió la lectura de un poema, un respetuoso minuto de silencio por los allí caídos y el esparcimiento de las cenizas de Shafran en el río Guadarrama, cumpliendo su voluntad (“quiero que mis restos descansen en esa tierra que tanto amé”, decía antes de fallecer), tras lo que los presentes entonaron la Internacional, puño en alto y con las banderas republicanas al viento (una de ellas reproduciendo la bandera de combate de la XV Brigada).


Tras el acto, los asistentes tomaron asiento a la sombra de los árboles y, como en cualquier buen día de campo que se precie, comieron las vituallas que habían llevado, compartiendo las experiencias y aprendizajes que la jornada les había proporcionado. Sin duda, la del sábado ha sido una buena manera de acercarse, a la vez, a nuestra historia reciente y a nuestro entorno natural. Por supuesto, el que suscribe repetirá la próxima vez, encantado.



ALACALLE
Texto: Roberto Blanco Tomás. Fotos: Álvaro Minguito.
Publicado en Nodo50 el 8 de julio de 2010.