Durante la mañana del sábado 3 de julio ha tenido lugar la 4ª Marcha Memorial Brunete 2010, organizada por Amigos de las Brigadas Internacionales y por el International Brigades Memorial Trust, que ha reunido a cerca de un centenar de personas en una visita por algunos de los escenarios de una de las batallas más importantes de la Guerra Civil Española. La iniciativa, que pretende divulgar una página de nuestro pasado reciente a la par que rendir homenaje “a aquellos luchadores por la justicia y la libertad” –en palabras de los organizadores- que fueron los voluntarios internacionales y, en fin, todos los integrantes del Ejército Popular de la República, ha concluido de forma especialmente emotiva con la dispersión de las cenizas de Jack Shafran, voluntario estadounidense del Batallón Lincoln recientemente fallecido, en el Río Guadarrama, uno de los escenarios en que combatió hace ya más de setenta años, en cumplimiento de su última voluntad.
La batalla de Brunete (6-27 de julio de 1937) se inicia con una ofensiva del Ejército Popular de la República que tiene el objetivo de descongestionar el frente de Madrid, liberando a la capital del cerco parcial a que es sometida por el ejército rebelde, y distraer tropas rebeldes del frente del norte con la intención de evitar la caída de Santander. Para tal operación se utilizan en la zona de Brunete los Cuerpos de Ejército V (al mando de Modesto) y XVIII (al mando de Jurado, luego sustituido por Casado), que han de tomar Quijorna, Brunete y Villanueva de la Cañada para luego seguir el avance hacia Villaviciosa de Odón, Móstoles, Boadilla y Alcorcón. A este ataque se debía sumar el II Cuerpo de Ejército de la República, que, avanzando hacia el Oeste desde la zona de Usera-Orcasitas, debía encontrarse con los otros dos cuerpos de ejército, embolsando a las tropas nacionales situadas a las puertas de la capital.
Al amanecer del primer día, la 11º División (Líster) consigue tomar Brunete, pero la 34º (Galán) tarda 15 horas en tomar Villanueva de la Cañada, y la 46º (El Campesino) tarda tres días en hacer lo propio con Quijorna. Este retraso, sumado a la rápida llegada de refuerzos del ejército rebelde, motivó que la situación se estancase en torno al día 11. El día 14, el Estado Mayor Central republicano decide pasar a la defensiva, dando por terminada la ofensiva de Brunete.
El día 18, los rebeldes pasan por su parte a la ofensiva, con escaso éxito de momento. Es una constante en la estrategia de Franco “recoger el guante” siempre e intentar recuperar el terreno perdido y aplastar a las tropas que le han atacado, aunque no siempre resulte lo más conveniente. En este caso, el general Vigón le había recomendado lo contrario, para no “seguir el juego” a los republicanos embarcándose en un combate a priori de dudosos resultados (la República tenía allí concentradas sus unidades más potentes) y escasa rentabilidad práctica, pero no fue escuchado. Finalmente, el 24 lanza una contraofensiva de objetivos más limitados, recuperando Brunete y parte del territorio perdido. Varela quiso seguir adelante, aprovechando el movimiento, pero Franco decidió concluir la acción en este lugar para no entretener más a las tropas necesarias para continuar su ofensiva en el norte. Al término de la batalla, ambos bandos se consideraron victoriosos. Lo cierto es que la República consiguió en este encuentro conservar Quijorna, Villanueva de la Cañada y Villanueva del Pardillo, además de retrasar cinco semanas la ofensiva rebelde del norte.
El itinerario de la marcha del sábado transcurrió por los parajes en los que lucharon los miembros de la XIII y la XV Brigadas Internacionales, pertenecientes a la 15º División republicana (Gal). El punto de partida era la Venta de Romanillos, objetivo de las tropas republicanas que no llegó a ser tomado. La salida estaba planeada para las nueve y media de la mañana, aunque finalmente se retrasó un tanto debido a las inclemencias del tiempo. Afortunadamente, después abrió el día, gozando durante casi toda la mañana de un sol radiante. Las explicaciones corrieron a cargo de Severiano Montero (historiador, autor del libro “La batalla de Brunete”, de reciente publicación y muy recomendable lectura) y de Guillermo, miembro de GEFREMA y buen conocedor del escenario de la batalla (y con un ojo bien entrenado: nada más salir encontró una bala de Máuser y durante todo el recorrido estuvo localizando incontables cascotes de metralla).
Nos pusimos en marcha, siguiendo la dirección del contraataque rebelde, pudiendo contemplar a distancia la posición republicana de El Cortijo (del que sólo queda poco más que una pared, en la que todavía se distinguen huellas de disparos). Durante el camino, aprovechamos los puntos elevados para situar lugares de referencia de la batalla como el castillo de Villafranca, la loma del Mosquito, la Casa de los Barros, el Vértice Mesa (donde estaba atrincherada una compañía de ametralladoras mandada por una de las pocas mujeres que por esas fechas quedaban en el ejército republicano) o la Casa del Palancar. Como aportación muy interesante, destacar también las explicaciones de Antonio Regueiro, editor del libro de Montero y experto en botánica, que nos ilustró sobre cómo sería la vegetación de la zona en la época de la batalla y cómo influía el paisaje en ésta.
Comenzamos a descender hacia el río Guadarrama, observando de camino algunas trincheras, hasta llegar alrededor de mediodía al “vado”, lugar emblemático para la XV Brigada Internacional. Allí hicimos un pequeño alto en el camino para, a continuación, acercarnos, más o menos un kilómetro, hasta el lugar donde los organizadores estiman que pueden estar enterrados algunos voluntarios internacionales (pues había allí un puesto de primeros auxilios). Después, desandamos nuestro camino hasta el “vado”, donde tuvo lugar el pequeño y sentido homenaje a los internacionales, con unas palabras de Severiano Montero, de Alan Warren (por la IBMT) y de la hija de Jack Shafran, a cuyas intervenciones siguió la lectura de un poema, un respetuoso minuto de silencio por los allí caídos y el esparcimiento de las cenizas de Shafran en el río Guadarrama, cumpliendo su voluntad (“quiero que mis restos descansen en esa tierra que tanto amé”, decía antes de fallecer), tras lo que los presentes entonaron la Internacional, puño en alto y con las banderas republicanas al viento (una de ellas reproduciendo la bandera de combate de la XV Brigada).
Tras el acto, los asistentes tomaron asiento a la sombra de los árboles y, como en cualquier buen día de campo que se precie, comieron las vituallas que habían llevado, compartiendo las experiencias y aprendizajes que la jornada les había proporcionado. Sin duda, la del sábado ha sido una buena manera de acercarse, a la vez, a nuestra historia reciente y a nuestro entorno natural. Por supuesto, el que suscribe repetirá la próxima vez, encantado.
ALACALLE
Texto: Roberto Blanco Tomás. Fotos: Álvaro Minguito.
Publicado en Nodo50 el 8 de julio de 2010.
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